Durante seis meses tuve a una clienta a quien llamaremos “Rose”. Ella venía a consulta una vez por semana, su objetivo era cerrar el ciclo de una larga relación amorosa con su novio de la adolescencia y comenzar de nuevo. Lo primero que me llamó la atención de Rose era que siempre vestía de negro. Un día decidí afrontar el tema del color. Ella me explicó que lo vestía porque era práctico, clásico y le funcionaba para no pensar mucho en qué ponerse para ir a trabajar cada mañana.

Con el transcurrir de nuestras sesiones, Rose diseñaba las metas e intenciones de su plan. Algunas de ellas estaban orientadas a encontrar un nuevo amor. Sus mejores amigas ya estaban casadas o a pasos del altar. Cada fin semana asistía a una boda o a la celebración  del nacimiento de un nuevo bebe en calidad de madrina de bodas o tía favorita de los hijos de sus amigas. Pero uno de sus deseos más profundos era encontrar el amor, casarse y formar una familia. No digo que este sea el caso de todas las chicas solteras, pero era el deseo auténtico de Rose.

Un día en consulta  diseñamos un reto: cambiar su vestuario por uno más colorido. Debía limpiar su closet en profundidad. Todas aquellas prendas que no fueran de su talla o que no hubiera usado en el último año irían a la caridad, y –muy importante- aquellas prendas que no le fascinaran las iba a sustituir por otras con nuevas tonalidades, colores y diseños. Para Rose no fue nada fácil despojarse de su classic black outfits, sin embargo, poco a poco fue agregando colores a su vida.

Indagando un poco más profundo en esta preferencia de Rose, descubrimos juntas que ella inconscientemente usaba el negro como protección. En primer lugar porque de pequeña había sido una niña con sobrepeso y, a pesar de tener ahora un peso con el que se siente cómoda, seguía tratando de ocultar su figura detrás del color negro. La otra razón, un poco más profunda, era que aún guardaba una especie de luto por aquella relación que había muerto, su manera de aferrarse a la situación era vistiendo de riguroso negro.

Así que, en lugar de esconder, lo que hicimos fue honrar. A través de una ceremonia especial honramos a la Rose niña, también honramos todo lo que se fue y rescatamos los colores que las experiencias positivas de esa relación dejaron en Rose. Esos colores estaban escondidos, pero con el trabajo consciente del reconocimiento del valor propio y el valor de las experiencias vividas, ella los fue recuperando y trayendo a su vida. El primer paso era el más evidente: vestir con ellos, pero ese era sólo el símbolo de una transformación más grande que estaba ocurriendo en su interior.

A través de una decisión sencilla como cambiar su ropa, Rose accionó su propia transformación como muestra de que un pequeño cambio puede funcionarnos para activar otros más profundos. Al tiempo, el cual fue justo el que necesitaba, Rose encontró una pareja, se hizo ciudadana americana, renuncio a su empleo que adoraba, para mudarse a un nuevo país, se casó y tuvo un hermoso bebé.  Después de un par de años, Rose regresó a Miami con su propia familia, fue contratada nuevamente en su antiguo trabajo y es muy feliz.

Obviamente, en los seis meses que Rose vino a consulta no trabajamos solo su vestuario, también hubo otros ejercicios y terapias. Pero quise contarles cómo el desafío del color abrió la puerta para que Rose sanara parte de su pasado, cerrara un capitulo muy importante en su vida, se reconociera y encontrara un potencial inmenso dentro de ella. Me encanta decir que floreció como una rosa, porque así lo sentí durante el proceso. Nos regaló su mejor perfume, nos deslumbro con su belleza. Rose floreció, el mundo lo supo y la premió por su valentía. La mejor parte de esta historia es que se enamoró de sí misma conectándose con los colores de su alma.

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Para mi este es un ejemplo perfecto del detox primaveral. Descubrir detrás de la máscara cuál es nuestro talento, cómo suena nuestra melodía, cuál es la rima que va con nosotros, cuáles son nuestros colores y sacarlos a la luz.

La g ran lección que aprendí de la experiencia de Rose es a no tenerle miedo a los colores brillantes. ¿Qué es un color brillante? Un nuevo amor, una nueva aventura, un reto profesional. Cuando la vida nos pone ante estas circunstancias no estamos ante un gris, ni ante un negro, estamos ante un color cuyas ondas vibran y nos corresponde estar atentos. También aprendí, que a veces un pequeño cambio en nuestra perspectiva nos devela los que por años guardamos por miedo, protección, ignorancia o desconocimiento y nos corresponde darle la vuelta al inconsciente para desbloquear viejos patrones que no nos permiten avanzar.

Bea