Solemos pensar que nuestra percepción del mundo es mucho más completa de lo que es en realidad, pero existen algunos recursos que utiliza el cerebro para hacerse una idea de lo que sucede en su entorno.

¿Qué hace el cerebro cuando se enfrenta al problema del tiempo?

El tiempo es un eje fundamental a la hora de organizar nuestras experiencias, pensamientos y comportamientos.  La forma en la que el cerebro concibe tiempo, gestiona la forma que tenemos de percibir, de entender, de comunicar, de hablar… Nuestro cerebro no es sólo un receptáculo que almacena cosas y organiza toda la información que le llega, sino que no cesa de hacer predicciones y proyecciones, y lo hace al ver expectativas de lo que es importante para nosotros como la identidad, el lugar donde se cumplirán, pero también la temporización.

Nuestra actividad cerebral cambia su excitabilidad según nuestras expectativas temporales, basándonos en lo que ocurre en cada momento. No siempre lo podemos controlar, no siempre somos conscientes de ello, pero sucede todo el tiempo.

El ritmo de las cosas que suceden en su entorno, permiten al cerebro valorar el paso del tiempo: un grifo goteando, cuando vamos en el tren y vemos pasar los postes de luz… Pero esta percepción no es inmutable. En nuestra mente el tiempo puede parecernos más lento o más rápido según la cantidad de estímulos, lo novedosos que sean y la atención que les prestemos. Todo ello hace variar nuestro recuerdo sobre el paso del tiempo.

Te pregunto: ¿Has pasado alguna vez una situación límite o peligrosa? ¿Observaste cómo percibiste todo a cámara lenta?

En situaciones como esta nuestro cerebro registra todos los sucesos y detalles que están teniendo lugar segundo a segundo y como registra más información de lo que habitualmente hace en un tiempo dado, tenemos la sensación de que ese tiempo se expande. Incluso cuando te acuerdas de lo que ha pasado, puedes contar todos los detalles de lo ocurrido en fracción de segundos.

Cuando el cerebro carece de estímulos ocurre a la inversa, condensa el tiempo. Si una persona vive en una cueva sin percibir la diferencia entre el día y la noche, ésta cree que ha estado encerrada menos días de los reales.

El tiempo no es sólo relativo en el mundo exterior, sino también en nuestras propias cabezas.

Cuando un suceso se repite, el cerebro invierte menos tiempo en inspeccionarlo, la repetición acostumbra a éste y así queda por sentado lo que va a ocurrir luego.  Sin embargo, cuando algo nuevo acontece, el cerebro no sabe proyectar lo que pasará, y entonces enciende todas las alarmas para que se ponga en actividad y aprenda de la situación o experiencia.

El tiempo moldea nuestras experiencias y el cerebro manifiesta sus propias ideas de lo que está ocurriendo fuera y se combina con informaciones que el cerebro recibe del exterior.

El cerebro crea nuestra realidad.

El mundo exterior ¿Es tal como lo vemos? En general, como mucho, vemos dos cosas en un momento dado. La realidad es distinta de cómo la vemos.  El agujero es algo más profundo. Pero lo que podemos percibir, nos sirve para nuestra propia vida.

Ilustración de Iban Barrenetxea

Ilustración de Iban Barrenetxea

El cerebro muchas veces se adelanta o comienza a buscar posibilidades (elucubrar) ante una situación puntual ¿Eso nos ayuda? Muchas veces empeora todo. Nuestra atención es selectiva y amplifica o filtra la información que le llega del exterior conforme a nuestros propios propósitos y deseos, creando hipótesis del mundo que, junto a las memorias que retemos en nuestro interior, guían y manipulan nuestra percepción para crear nuestra realidad particular.

Huimos constantemente del mundo real. Existe miedo a pensar y reflexionar sobre los grandes misterios de la vida ¿Lo podríamos llamar el éxodo de la mente? Quizás vale la pena comenzar a pensar en los maravillosos misterios de la vida.

¿Qué guardamos en la memoria?

Sólo aquello destacable, memorable, importante. Tú eliges del entorno ese conjunto de cosas que en un momento dado te parecieron importantes. Lo que conserves en la memoria hará que varíe la percepción del mundo, de TU MUNDO.

Como dice Eduard Punset: “No nos engañemos, creemos que la percepción que tenemos del mundo  exterior es siempre la correcta, creemos absolutamente en lo que vemos, y la verdad es,  que no hay nada más incierto. No podemos guiarnos de la imagen que el cerebro nos brinda de la realidad, la paradoja está en que sí podemos guiarnos de la intuición…

Escrito basado en entrevista realizada a Kia Nobre, neurocientífica de la Universidad de Oxford.