Mucho de nuestro drama emocional es consecuencia de la experiencia en nuestra infancia -en especial en la etapa no verbal del niño- e incluso durante la gestación. Lo que ocurre en la madre repercute también en el desarrollo emocional del bebé y de cómo es la respuesta emocional como adultos.

Al momento del nacimiento el cerebro del bebé no está totalmente desarrollado, de hecho el crecimiento del cerebro y evolución de sus funciones es inmensa en la primera etapa del niño. Así que la percepción, el aprendizaje y la memoria se va perfeccionando y procesando en etapas. Lo que un bebé asocia y guarda en su memoria en un momento no es igual que en otra etapa. El recuerdo de una situación puede almacenarse sin un contexto o una comprensión real, integral y completa de lo sucedido.

En la etapa no verbal el bebé no puede expresar sus necesidades, sentimientos, ni pedir comida o cobijo. Es el llanto es su forma de comunicar pero ¿cómo una madre puede distinguir el objeto del llanto (hambre, dolor, sueño, frío)? No es fácil saber y entender todo. No es fácil “ser una buena madre”.

Sin embargo hay algunos puntos que los expertos explican y pueden marcar nuestra forma de ser en la adultez:

Espejo: la madre es el espejo y el reflejo del mundo que nos rodea. El bebé aprende copiando a mamá. Aprende de sus gestos, de su tono de voz, de sus palabras, de su forma de expresarse, de sus reacciones y de cómo mamá se relaciona con los demás. Es mamá quien nos muestra de qué se trata este mundo que nos rodea, nos enseña cómo la vida puede ser dulce, amarga o dura. Es la manera en que mom & baby se relacionan y donde comienza todo. En esta fase se marca la respuesta emocional del futuro.

Vínculo: la vinculación afectiva es un proceso importante que le da una sensación de seguridad a los bebés. La intimidad, el afecto, el cariño, la apertura, la confianza, el contacto físico… todo nace en la experiencia afectiva entre la mamá y el bebé.

Cuando la experiencia afectiva está basada en la sobreprotección: limitando al niño por temor o inundando con afecto y cuidado excesivo, pueda que en el futuro esa persona sea muy apegada, temerosas e insegura; necesite de la aprobación constante o se sienta atraído por relaciones dominantes donde, a pesar de estar asfixiado, se siente seguro.

Distancia: si la mamá es más bien distante, ausente y no hay mucho contacto cercano y afectivo, tendremos a un bebé muy demandante que va a llamar atención. Esta persona sufrirá de abandono y en el futuro reaccionará de dos formas posibles: dominado por el temor -al abandono- o distante y evasivo para protegerse de un posible abandono.

Estos, son pequeños ejemplos que para nada representan culpa o juicio hacia mamá. Lamentablemente las madres no somos educadas para serlo y sólo replicamos nuestra propia experiencia personal.

También se debe tomar en cuenta qué estuvo pasando en ese momento con la madre. Quizás un divorcio, una pérdida, dificultad económica, depresión post parto, una enfermedad… cualquier situación que impida la presencia física y afectiva con el bebé pueden propiciar estos patrones.

Existen múltiples circunstancias por las que podemos estar ausentes o crear -involuntariamente- estos efectos en nuestros bebés. Debemos tomar en cuenta que un bebé va tomar lo que está disponible para él y lo grabará en algún lugar de su pequeño cerebro en desarrollo, con la perspectiva de un bebé.

Si has estado atrapado en relaciones dominantes o abusivas. Si tienes miedo al abandono, eres celosa o sufres de apego emocional. Si mantienes relaciones de dependencia y codependencia. Si no eres capaz de sentir el amor, de soportar la intimidad o el contacto físico… quizás no eres responsable del todo ni todo comienza contigo. Probablemente hay que ir al pasado para comprender como adulto qué pasó y no reaccionar emocionalmente a ciegas.

Es verdad que el pasado no puede cambiarse, pero tener conocimiento –y consciencia- de él nos hace ver con una nueva perspectiva, compasión y claridad nuestras emociones. Y de esa forma, como adulto, tener la posibilidad de nutrir y sanar las marcas de lo que tú cómo bebé interpretaste.

Al poder sanar y honrar la relación materna, sanando al niño interior, podemos sanar al adulto de hoy. Y eso si es nuestra absoluta responsabilidad y, lo único que podemos cambiar.

Si identificas estos traumas en ti, puedes profundizar –y sanar- con algunas de estas terapias:

Gestalt, primal, rescate del niño herido, constelacion familiar, epigenetic, integrative body, psicoterapia.

Con amor,

Bea.-