Su mano en mi mano pequeña, me da seguridad y me hace feliz. Cada vez que mi padre me llevaba a algún lugar, a un parque, al supermercado, a su trabajo, al juego de baseball, había un mundo por explorar. Cada vez que salía o simplemente me sentaba junto a  papá había algo nuevo para conocer y una pregunta indiscreta que papá respondía con paciencia.

Si mi madre me enseñaba sobre el significado del amor llenando mi mundo interno con nutrición y cuido, papá era el súper héroe, fuerte, grande y valiente que nos protegía y proveía lo necesario para que todo estuviera bien.

¿Puedes recordar esos primeros años con papá?

El padre es el primer contacto con la figura masculina de autoridad y respeto que tenemos. El que siempre tuvo una respuesta que saciaba la inquietud y la curiosidad. También al que temíamos porque en muchos casos era quien establecía las reglas, el orden y el escarmiento.

Mucho otros probablemente tuvieron un padre ausente, ya sea por divorcio, orfandad, enfermedad o simplemente ausencia. Cualquiera que sea el caso. Recuerda que siempre hubo un papá, sin él no estuvieras aquí.  Muy probablemente su ausencia dejó huellas en ti, originando un niño herido que a pesar del tiempo nunca ha sido aceptado y liberado de las cadenas del resentimiento, la rabia, la depresión o la tristeza.

La ausencia del padre puede dejar secuela en ambos sexos. El hijo varón al no recibir el coraje, la determinación ambición y autoestima que aporta la figura paterna y la desconexión con su linaje masculino se sienta débil, afectando el éxito en la vida de este niño que ahora es hombre. En la mujer la ausencia del padre la hace resistente a confiar y entregarse en una relación o, en el otro extremo, a idealizar a la figura del padre ocasionando que su pareja no sea lo suficientemente buena para llenar el vacío que papá dejo en su memoria.

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Sin embargo hoy Día del Padre, mi invitación es hacer las paces y reconciliarte con papá. Quizás me digas que imposible porque no hay una relación con él, porque no son compatibles, porque no quieres, porque falleció hace mucho o porque jamás lo conociste. Todas tus razones son válidas, pero la sanación que necesitas debe estar enfocada en ti, no en tu papá, ni en tus expectativas de lo que él debió ser, y mucho  menos en la ilusión de cambiarlo.

Se trata de sanar a ese pequeño niño o niña que permanece preso en la memoria. Vale la pena hacer el esfuerzo de liberarse del pasado sin huir y sin apegarse al sufrimiento. Más bien liberarse de los pensamientos, sentimientos y traumas del pasado para desembrollarte y mirar a tu destino con esperanza.

Los padres (madre y padres) no importa lo mal o bien que lo hicieron, porque al final siempre dieron los mejor de sí, hicieron lo mejor que pudieron y fueron capaces de dar lo que tenían en sus manos para ofrecer. El juicio a ciegas duele toda la vida. Hay que investigar e indagar en la vida de nuestros padres, conocer las causas de sus acciones y ponerse en sus zapatos. A partir de allí podemos comenzar con pequeñas resoluciones que te lleven a una reconciliación interna con papá y a una aceptación madura desde la mirada del otro. Es por eso que una mano experta pueda orientarte para sanar de adentro hacia afuera. De este modo, cuando estés listo, podrás armar un puente para reencontrarte con papá con más apertura y compasión.

No se trata de hacer borrón y cuenta nueva, ni pretender tener la mejor relación. Se trata de estar en paz para reconocer que lo que te dio papá fue lo mejor que pudo dar.

Reconoce estos aportes de tu padre en tu vida y prepárate para abrazarlo en su día, esté contigo, en la distancia o en otro plano:

Papá te dio vida, sangre y herencia genética. Gracias papá.

Papá te dio la fuerza para superar tus obstáculos. Su presencia por compañía y su ausencia por contraste te hicieron más fuerte. Gracias papá.

Papá te mostró el mundo desde su perspectiva, para bien o para mal. Sólo entonces pudiste explorar el mundo bajo tus propios términos. Gracias papá.

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