Este año, más que nunca, he estado hablándoles del proceso de individuación e interdependencia. La misión en año 3 no sólo nos invita a una consciencia colectiva, sino a integrar el todo desde la consciencia individual y la conexión con el corazón.

En Aura-Soma existe un oráculo bastante parecido al Tarot, pocas veces lo comparto porque suele ser visto como esotérico. Sin embargo, este año he querido rescatar su mensaje porque tiene una particularidad: el camino de retorno.

Los arquetipos que se muestran en el oráculo siempre hablan de energía disponible. Me gusta el camino de retorno que se hace en Aura-Soma porque nos muestra cómo un arquetipo activo en algún momento puede cumplir un ciclo para finalmente acceder a la misión.

La B87, botella con la que inspiro el trabajo del segundo trimestre, es la que indica el camino de retorno del Ermitaño. Una carta cuya simbología habla de un viaje de despertar de consciencia. Un proceso introspectivo donde nos adentramos en nuestra propia oscuridad.

El ermitaño busca retirarse de la vida cotidiana y el atropello de la interacción social a través de un sendero meditativo. Es el proceso de individuación que conduce hacia el corazón y que recurrentemente conectamos con él. Particularmente creo que los últimos años hemos sentido un gran llamado hacia la profundidad de nuestro ser.

Cuando atravesamos el camino del Ermitaño, tenemos la posibilidad de encontrar el equilibrio en el cuerpo emocional a través del trabajo de meditación transitando el viaje interior en el camino hacia la luz. Convertirnos en nuestra propia lámpara y andar nuestros caminos más íntimos. Es así como la conclusión del Ermitaño se traduce en “encontrar tu verdad”.

La botella B87 es el viaje de regreso del Ermitaño. ¿Cómo sería el proceso? Es la masterización del proceso de individuación. Ya la transformación ha ocurrido internamente, así que es el momento de retornar. Luego de mirar tanto tiempo hacia adentro es momento de abrir los ojos y ver mas allá. ¡Ahí estamos en este momento!

Ya fuimos adentro, ahora es momento de abrir los ojos y ver nuestro propio reflejo. Uno en el que quizás ya no nos reconozcamos como antes de cerrarlos. Regresar es volver al mundo externo con otra consciencia, la de habernos encontrado, la de saber quiénes somos allá en lo más profundo y, ahora, relacionarnos desde allí. Hemos ido mas allá de la proyección y podemos ser visto tal cual como somos. Pero ¿quién es el primero en ver el reflejo? Uno mismo. El retorno es el Ermitaño reconociéndose a sí mismo luego de un viaje que nos transformó.

Este es un camino para encontrar tu verdad, donde contactas con tu creatividad y desde diferentes puntos de vista. Es el comienzo del proceso de individuación, no desde lo intelectual o emocional, sino desde la totalidad del ser. Por eso hablamos de crecer en el camino y de cómo la luz interna es la guía cuando vemos hacia la profundidad de la sombra de nuestro ser.

En el camino de retorno nos damos cuenta cómo los ojos cambian de color. Podemos ser testigo de nosotros mismos, podemos ir mas allá de nuestro propio reflejo para ver en los demás, podemos vernos a nosotros mismos transformados y reconocernos porque estamos seguros de nuestra esencia.

Terminamos el proceso del Ermitaño -ida y retorno- cuando somos capaces de mirar mas allá de lo que se ve en el espejo. Más allá de la reflexión de ser. Hemos cerrado el ciclo cuando comenzamos a familiarizarnos con la verdad propia y encontramos el gozo y la alegría en la interrelación. Somos profundamente. Somos íntegramente. Somos el todo interdependiente.

¿Les suena al trabajo de expansión y exploración de la primavera?

Con amor,
Bea.-